De orígenes humildes, Gregorio
Luperón tuvo que trabajar desde niño para colaborar en la economía familiar. A
la edad de catorce años encontró empleo a las órdenes de Pedro Eduardo Dubocq,
un comerciante establecido en Puerto Plata a quien algunas fuentes biográficas
atribuyen la paternidad del muchacho. Conocía bien la lengua inglesa (su madre
era una inmigrante de color de las islas británicas), tenía dotes para la
oratoria y en la biblioteca de su patrón pudo iniciar una sólida formación
autodidacta
Nació el 8 de septiembre de 1839
en San Felipe de Puerto Plata, República Dominicana, fallece el 20 de mayo de 1897 (57 años) en San Felipe de Puerto Plata.
Patriota dominicano, héroe de la Guerra de Restauración y principal
dirigente de los liberales durante la Segunda República. Lograda en 1844 la
independencia de Haití, la Primera República Dominicana (1844-1861) hubo de
sufrir tanto los reiterados ataques de los haitianos, que amenazaban la soberanía
nacional, como las maneras dictatoriales de los presidentes que durante
aquellos años se alternaron en el poder: Pedro Santana y Buenaventura Báez. Al
final de su último mandato (1858-1861), Pedro Santana decidió anexionar el país
a España; su idea era acabar con la permanente amenaza de Haití, pero también
perpetuarse en el poder, pues aceptó a cambio el cargo de capitán general de la
nueva provincia española de Santo Domingo.
Tal
decisión desataría la Guerra de Restauración (1863-1865), que enfrentó a los
partidarios de la anexión a España con los independentistas o restauradores (pues su
objetivo era restaurar la Primera República). Gregorio Luperón destacó como el
más capaz de los generales del bando independentista, a cuya victoria
contribuyó decisivamente. Pero tampoco la Restauración traería la estabilidad;
los continuos enfrentamientos entre los rojos o
conservadores (liderados por Buenaventura Báez) y los azules o liberales (como el
propio Luperón, que aspiraba a modernizar y democratizar las instituciones
republicanas) siguieron desgarrando y empobreciendo el país en las décadas
siguientes.
Comprometido con la causa independentista, una pelea contra partidarios
de la anexión española le llevó en 1862 a la cárcel, de donde escapó para
buscar refugio primero en Haití y después en los Estados Unidos. En 1863
regresó de forma clandestina a la República Dominicana para participar en
varios movimientos de insurrección; las tropas rebeldes le concedieron el grado
de general.
El
autoproclamado Primer Gobierno Restaurador de Pepillo Salcedo, con sede en
Santiago, valoró pronto su patriotismo y su capacidad combativa y le encargó la
Jefatura Superior de Operaciones en la provincia de Santo Domingo, con la
misión de enfrentarse al ejército anexionista comandado por Pedro
Santana. Cumplió con su cometido y consiguió desarrollar una guerra de
guerrillas que desgastó severamente las fuerzas militares españolas.
Finalmente, España entregó el país a los independentistas el 11 de julio de
1865. Luperón aceptó la vicepresidencia de la Junta Gubernativa de Santiago y,
restaurada la República, regresó a Puerto Plata, donde sus paisanos le
recibieron como a un auténtico héroe nacional.
Después del triunfo de la Restauración, dos tendencias se diputaron el
poder. La primera agrupaba a los comerciantes e importadores, criollos y
extranjeros, en connivencia con la vieja guardia de hateros encabezada por
Buenaventura Báez, todos ellos procolonialistas. La segunda reunía a los
soldados de la Restauración, respaldados por el campesinado joven, los
intelectuales y los comerciantes provenientes del Cibao, quienes seguían una
línea nacionalista y liberal, orientada por Gregorio Luperón y Ulises Francisco
Espaillat, entre otros.
Los
primeros conformaron el partido conservador o rojo,
y los segundos el liberal o azul,
denominados así por el color de la cinta que amarraban a los sombreros para
distinguirse en los combates. Pero no debe olvidarse el papel que jugaron
numerosos caudillos locales, en su mayoría analfabetos, que con el título de
generales se dedicaron a pelear entre sí o contra el gobierno de turno movidos
sólo por intereses personales y el afán de enriquecimiento. Fue tal el estado
de anarquía y de fragmentación política, que desde 1865 hasta 1899 hubo en el
país más de setenta revueltas, alzamientos y asonadas militares que dieron por
resultado veinticinco gobiernos de mayor o menor duración.
Desde su
ciudad natal, Gregorio Luperón impulsó una severa oposición al régimen de Buenaventura
Báez, que en diciembre de 1865 se había hecho de nuevo con el poder, y
encabezó el triunvirato (Luperón, Pimentel y García) que en 1866 consiguió
derrocar al gobierno y ejercer el poder ejecutivo entre los meses de mayo y
agosto de aquel año. Disuelto el nuevo órgano gubernamental en favor de la
constitucionalidad, asumió la presidencia el general José María Cabral
(1866-1868).
Pero Báez derrocó nuevamente al gobierno de Cabral en 1868, y Luperón se
vio obligado a abandonar la República. Durante el llamado gobierno de los Seis
Años (1868-1873), Báez negoció la anexión del país a los Estados Unidos;
Gregorio Luperón desplegó desde el exterior una intensa campaña de oposición al
gobierno e incluso preparó una expedición revolucionaria que no consiguió
resolver con éxito. No cejó en su empeño de impedir la anexión a los Estados
Unidos y elevó repetidas protestas ante el Senado estadounidense que finalmente
evitaron la incorporación de la isla a la superpotencia del norte.
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